domingo, 3 de julio de 2011

LA PERSEVERANCIA DEL CORONEL SANDERS




¿Alguna vez ha comido usted en un restaurante Kentucky Fried Chicken? ¿Sabe usted cómo construyó el coronel Sanders el imperio que le hizo millonario y modificó los hábitos alimenticios de todo un país? Cuando empezó, no era más que un jubilado que tenía una receta para asar el pollo. Eso era todo.

Ni organización, ni nada. Era propietario de un pequeño restaurante que se arruinó cuando cambiaron el trazado de una carretera principal. Después de cobrar su primer cheque de la Seguridad Social decidió averiguar si se podía ganar algún dinero vendiendo su receta. Lo primero que se le ocurrió fue ofrecer dicha fórmula a los dueños de varios restaurantes, por si tenían a pagarle un tanto por ciento de la recaudación.

Resultó que no era la idea más realista para empezar un negocio, y según le fueron las cosas al principio nadie hubiera dicho que estaba lanzado hacia el estrellato. Recorrió todos los Estados Unidos durmiendo en su coche y tratando de hallar un patrocinador. Cambió incesantemente su idea inicial y llamó a muchas puertas. Le dieron calabazas 1.009 veces hasta que ocurrió algo milagroso. Alguien dijo «sí» y el coronel se halló de nuevo en activo.

¿Cuántos de nosotros tenemos una receta? ¿Cuántos poseemos tanta resistencia física y carisma como un anciano gordinflón de traje blanco? El coronel Sanders hizo fortuna porque poseyó la cualidad precisa para una acción masiva y persistente. Fue capaz de escuchar mil veces la palabra «no» y, sin embargo, seguir comunicándose consigo mismo de tal manera que le permitía llamar a la puerta siguiente, totalmente convencido de que podía ser la de alguien que le contestara con un «sí».

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